Ramón Rodríguez
I
La memoria es a veces transparente
como el agua de un pozo
dentro del agua clara
las cosas reaparecen lentamente
cobrando nueva vida
en su cal apagada
en el fondo del agua una ciudad lejana
se contempla entre musgos sorprendida.
II
La tarde del domingo
pinta de gris las calles
el jardín municipal se llena entonces
de parejas de niños y de globos
una sedante pausa que baja de las nubes
va envolviendo las cosas
con un matiz de rosa sosegado
la tarde del domingo es un remanso
que introduce los rostros y fachadas
en un ritmo apacible
como un vals de Felipe Villanueva
en el cielo como en dormido estanque
las horas son guijarros sumergidos
la noche es aromática
y está llena de grillos
bajo un farol cualquiera
rezagados noctámbulos
discuten ampliamente las profundas verdades
de un universo en blanco y negro
arriba se dibujan viejas constelaciones
por las desiertas calles doloridas de perros
entre ilusiones rotas y botes de basura
corre un larvado canto de trigos y de ciervos
y aunque nadie lo escucha
adentro de una casa
alguna muchachita sin sueño lo presiente
mientras oye muy lejos el silbato del tren
después seguramente llueve
sólo queda la música monótona
de la lluvia golpeando los tejados
y, la grave disputa que sobre geometría
sostienen en silencio la torre y la palmera.