Rosa Alice Branco
Por un día de invierno
El hombre de la carnicería ha muerto. Deja mujer,
dos hijos y carne fresca extendida como ropa
en el tendedero. Recuerdo con qué orgullo se pasaba la mano
por el pescuezo. Me acuerdo de la pescadera
que nos despertaba por la mañana «pescado fresco
vivito y coleando» y lo caro que era el estertor del lenguado.
Aún las lechugas están frescas después de muertas,
el manojo de nabizas, hasta de una zanahoria esperamos
que esté fresca en el plato con el lenguado rigurosamente
separado de las espinas. ¡Qué fresco! Al hombre de la carnicería
lo van a enterrar después de la comida. Ahora yace en la capilla mortuoria
con el rostro descubierto para la familia y los curiosos. El hombre
de la carnicería murió cansado, pero ahora está fresco:
fue abatido ayer, será empaquetado a las cuatro de la tarde.