Deslizamientos
1
No creo en nada,
ni en la lluvia ni en las casas al fondo de la colina.
El sol retira sus brazos del horizonte
y los pájaros quiebran las ramas de los abetos,
pero tampoco las aves creen:
¿son sus patas los pequeños dioses que propician el sol?
Las aves tienen plumas y vuelan,
pero sólo el hombre tiene piernas para caerse.
Los abetos son grandes,
tienen troncos firmes y buenas raíces,
pero sólo el hombre tiene piernas para caerse.
La lluvia limpia aldeas,
pudre árboles y moja aves,
pero sólo el hombre, insisto,
tiene piernas para caerse.
Colinas, soles y abetos crecen
con la lluvia, bajan por mi ventana,
o ven su reflejo en mi mano,
pero abetos, colinas y soles
no pueden evitar la caída del ave.
2
El hombre camina porque no tiene alas
y el ave vuela porque se deja llevar:
el pie mide la tierra
antes de precipitar su caída
y el ala golpea el vacío
después de ganar altura.
El pie se demora porque golpea árboles
o recoge polvo del camino.
El ala, en cambio,
hunde sus plumas en el viento
pero siempre forma una curva
exacta. Si el pie cruza un vado,
la caída es inevitable; si el ala
atraviesa una corriente,
su trayectoria es como una moneda
que toma vuelo y cae justo
en el centro del cielo.
(El pájaro sabe de simas
y el hombre de ausencias.)