Instituto Literario de Veracruz

La recompensa

La recompensa

Lucía M. de Block

 

El hombre corría veloz, jadeaba;  tropezó con algunas piedras, las gotas de sudor le escocían los ojos, no se detuvo hasta hallarse fuera del parque. Entre sus brazos, el fardo se revolvía frenético intentando zafarse de la trampa de lona. Mientras bajaba por los caminos terregosos de la barranca,  escuchó a Pili que gritaba el nombre; imaginó sus largas piernas ir y venir, desesperadas.

A la mañana siguiente el hombre vio el cartel en la tienda de la esquina, la fotografía ampliada y a colores le provocó una sonrisa; anotó el número telefónico y echó a andar rumbo a la ladera de la barranca.

Después de lavarse, salió al patio y acarició el pelo áspero y negro de Mololongo; lo liberó de la cadena y admiró el cuerpo musculoso que arremetía contra la jaula, contra el cebo temeroso y cautivo. Satisfecho de la respuesta, chifló un par de veces hasta que el pit bull corrió a restregarse entre sus piernas; la faz  temible, iracunda, se transformó en plácida mansedumbre mientras recibía sus caricias.

Después de colgar el teléfono y con el rostro impasible, se acicaló frente al espejo; miró su camisa nueva, su sonrisa. Regresó al patio y abrió la jaula;  fascinado, contempló como el instinto lo dominaba todo: miedo, persecución, aullidos… muerte. Cerró los ojos y aspiró el olor a sangre.

Frente al bulto inerte… (seguir leyendo)

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