Instituto Literario de Veracruz

La recompensa

La recompensa

Frente al bulto inerte y descoyuntado, Pili gritó. En silencio, él esperaba; sabía que el ritual llevaría su tiempo. Se sentó en la sala mientras la mujer se tranquilizaba y después, le mostró las fotografías del pastor alemán que fue su única compañía desde… bueno, eso no importaba; el perro significaba mucho para ella y a pesar de las circunstancias, le agradecía por regresarlo a su lado. Después de rechazar la recompensa, aceptó una taza de café y luego otra y otra; mientras saboreaba la infusión caliente, la conversación tomaba tintes de abandono y soledad. Ella prefirió tequila, se sentía triste y necesitaba hablar con alguien; circunspecto, él asintió ante las confesiones de lo que antes no importaba; la intimidad de la penumbra fue violentada por las luces del parque y entre otras cosas,  Pili tampoco sabía qué hacer con el cuerpo del animal. Él, se ofreció a cavar una fosa en el jardín.

Pili se arrodilló frente al cuerpo átono y frío; con suavidad lo hizo rodar hasta el fondo del hoyo, cerró los ojos y con lasitud se abrazó a sí misma.  Mientras paleaba, Mauro miró los muslos que se asomaban por la abertura de la falda; los mismos que sentada en la banqueta ella golpeó con impotencia mientras se alejaba el camión llevando los restos de su matrimonio; miró de cerca aquellas piernas que durante meses siguió a la distancia, mientras trotaba por las mañanas al lado del perro; las mismas piernas  blancas y firmes que esa noche, se abrirían para él.

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