
20.000 leguas submarinas
Todos coincidimos en que el pulpo estaba excelente
y pedimos más. Era un pulpo grande, cursaba estudios
en la escuela de música y ahora nunca sabremos si valía algo
a no ser en el plato. Estaba junto a un peñasco
con abundantes bucles cubriéndole el hombro, los primeros días
de calor, los amigos y una inocente mentira a los padres.
Tuvo una vida saludable, lejos de los petroleros,
en aguas controladas, bandera azul llena de estrellas.
La ecología y la música le van bien a una carne tierna
en restaurante familiar con empleados
trajeados de blanco, la dueña sonriendo y guiando el tropel
con mirada expedita. Atrapado en el peñasco
el primer día de vacaciones, cuando la vida parece comenzar,
braceaste lo más que pudiste, tantos proyectos
que no caben en el plato en aquella zona sucia de la ciudad
donde se come bien. En el plato todo se confunde,
nuestros cuerpos, la voluntad insaciable que tenemos
los unos de los otros, el modo como nos apoyamos en la roca.
Un día alguien nos atrapa hasta que es atrapado pues la vida
tiene siempre apuntada un arma de dos filos.