Instituto Literario de Veracruz

El hombre que bautizó la luna

El hombre que bautizó la luna

Nuevos nombres en un cosmos antiguo

Otro camino fue el tomado por el astrónomo de Ferrara, Ricciòli (1598-1671), publicando el Almagestum novum (1651) un bello mapa de la Luna realizado por su colaborador Francesco María Grimaldi (los méritos de este último son fielmente declarados). Ambos, Ricciòli y Grimaldi, eran Jesuitas. El Almagesto, trabajo importante y erudito, refutaba las teorías de Copérnico que habían provocado los conocidos problemas de Galileo, sin embargo, Ricciòli no sólo describió la Luna, ilustrando movimientos, medidas, eclipses, oscilaciones, sino que también discutió la cartografía de sus predecesores, comentó y modificó las opciones del terminó «nominazione» (nominación) y rebautizó todo de un golpe. Langrenus había usado los nombres de personas y habían señalado las más grandes regiones con una nomenclatura moral (Terra Virtutis) o de nombres propios (Mare Copernicanum), señalando los cráteres con nombres tomados de la ciencia y de la política (Filippo IV o Innocenzo X).

Hevelius, como hemos visto, había preferido comportarse como si la Luna fuera otra Tierra («ac si la lunaesset altera tellus», decía Ricciòli), transfiriendo los nombres de nuestro planeta. Ricciòli, en cambio, no quiso reutilizar las designaciones terrestres y rechazó criterios promiscuos anteriores: en la publicación del mapa de Grimaldi, bautizó los cráteres con nombres de científicos y escritores de astronomía y distingue los más antiguos de los modernos en base a la posición. De hecho dividió la Luna en ocho segmentos, los «ottanti»: Eratóstenes y Aristarco de Samo están por consiguiente en el primer segmento (ottante), Aristóteles y Platón en el segundo, mientras Hevel, Galileo, Grimaldi y el mismo Ricciòli están al borde extremo del octavo segmento. El cráter de Langrenus está en la parte opuesta: pero esto no contradice el sistema, porque el nombre de Langrenus no fue asignado por Ricciòli quien lo omitió. Aunque los nombres todavía hoy son substancialmente suyos, con pocas correcciones, distintas designaciones han sido agregadas sucesivamente a través de otros selenógrafos bautizadores (citaremos, en los siglos XIX y XX a Lohrmann, Mädler, BirtLee, Schmidt, Schröter, KriegerKönig, Arturo Whitaker). Incluso hoy existen cráteres que llevan los nombres de los primeros hombres desembarcados en la Luna, como Armstrong. En cuanto a los mares, Ricciòli utilizó un criterio diferente, adoptando designaciones que se refieren a las posibles influencias y caracteres atribuidos tradicionalmente a la Luna: tranquilidad, sueño, fertilidad, serenidad, frío, etcétera.

Durante un cierto periodo la selenografía de Hevel y aquella del Almagestum novum coexistieron, antes de que esta última prevaleciera por fuerza de su innegable calidad: en el magnífico Atlas coelestis de Johann Gabriel Doppelmayr (1742), los mapas de Hevel y los de Ricciòli-Grimaldi están todavía el uno al lado del otro. En cuanto a la cara escondida de la Luna, su topografía, como es obvio, es muy reciente: se han usado nombres de investigadores, científicos (no necesariamente astrónomos) y beneméritos de la astronáutica, acogidos y oficializados durante el curso de varios años por la UAI, la Unión Astronómica Internacional.

Traducción: Marco Carrión

Compartir

Sobre el autor