Instituto Literario de Veracruz

La ayuda alimentaria

La ayuda alimentaria

A mí me tocó la cabeza. Estaba húmeda y fresca, sobre todo los ojos. Me gustan los ojos, pero no va a ser comiéndome los ojos de la abuela que voy a gastar mi guijarro. Mientras comía puse el guijarro sobre mis rodillas. La marca roja estaba todavía allí. Me gustaría rascarla con los dientes pero no se vale. Además, me da miedo romperme los dientes. La hermana de mi mamá se rompió los dientes al querer morder una piedra. Mamá le preguntó por qué lo había intentado. Ella dijo que los dientes se le habían caído solos. Yo no le creí; los dientes jamás se caen solos.

Luz. Mamá camina ahora delante de mí. Cuando pasa frente al sol se forman grandes manchas azules.

Ella carga los pedazos de la abuela en la cabeza.

Parece un árbol.

No creo que sea buena idea cargar a la abuela así porque se escurre. Sobre la espalda de mamá hay manchas pegajosas.

Cuando el sol se levanta, es el momento de retomar la marcha. Meto el guijarro en mi boca y veo si aún puedo tenerme en pie.

Por el momento no hay problema.

La marca roja sigue allí. Me pregunto si llega en medio del guijarro. Sería una lástima porque entonces no se volvería transparente.

Llegamos a un poblado. Papá no quería que nos detuviésemos porque estaba seguro de que ya no había nada. No le hicimos caso y tratamos de correr hacia las casas. Nos detuvimos rápido, uno de nosotros se rompió una pierna. Otro que ya no podía pararse se puso a gritar y a lanzarnos piedras para que nos fuéramos y lo dejáramos. Nos fuimos, pero sé que papá va a regresar.

Papá me dio un pedazo de madera para ayudarme a caminar. Yo prefiero mi guijarro, es menos pesado.

En la noche me pelee con las moscas.

No supe de dónde venían.

Las moscas no vuelan de noche.

Al que se rompió la pierna le abría el cráneo con un palo. Las cosas no siempre tienen el sabor de lo que son.

Sesos blancos, sabor ocre. Sesos grises, sabor verde como el polvo.

Mamá está enferma y por sus piernas escurre un extraño líquido. Otro completamente distinto al de la cabeza de la abuela. Es un jugo amarillo, sedoso. Es muy hermoso cuando borra el polvo y que , bajo las partículas rojas, se le ve la piel. Lo toqué. Es duro, seco, casi tan caliente como la arena.

El guijarro se gasta. Ya ha perdido completamente su marca.

Cuando me fastidia lo pongo en mi mano. Tengo que tener cuidado porque pesa sobre mi piel.

¿A dónde van? Los soldados están tan flacos como nosotros.

¿A dónde van? Papá no contestó. Yo sé que no quiere contestar porque no sabe.

Es lento. Es monótono. Todo tiene un curioso olor.

Es el mar, dice mamá. ¡Hasta cree!, el mar está demasiado lejos para que huela así hasta aquí. El olor de aquí está hecho de cosas más viejas. El mar huele a cosas vivas mientras mientas que aquí no huele sino a cosas demasiado viejas para haber estado vivas; y demasiado viejas para estar muertas.

Cuando se sienta, mi hermano dejas manchas de sangre. Todo el mundo lo mira, algunos lo siguen y se pelean la arena sobre la que se sienta. Hacen albóndigas con ella. Luego escupen la arena, lavada, limpia y brillante.

Mamá nos ha prohibido chupar la arena, entonces nada más vemos a los otros escupir.

El guijarro no es un guijarro. Es un pedazo de vidrio. Yo continúo.

Hemos llegado. Me di cuenta de que habíamos llegado porque vi a otras gentes.

Vi a una mujer. Ella se acercó a nosotros y mostró a su bebé. Su cuerpo era grande como una mano. Tenía la piel del vientre pegada a la espalda y cuando respiraba, silbaba. Me pregunto por qué nos enseñó eso.

Ahora que estamos aquí habrá que hacer algo. Hay un mundo de gente en el campamento y nadie hace nada. Yo miro las piernas de las gentes a mi alrededor: están todas cubiertas de arrugas.

Mi hermano dejó de cagar sangre. Afortunadamente se murió en el campamento, nadie se atreve a tocarlo. ¿Cómo le hacía para cagar sangre? Cuando yo me rasco las piernas no sale nada.

Parece que sigue la guerra.

Me vale.

En mi boca el mundo es un pedazo de vidrio.

Traducción: Maliyel Beverido

Compartir

Sobre el autor