
Ricardo Martínez Cantú
el huésped
Supe que no era ángel
porque proyectaba sombra
y sus pasos dejaron huellas profundas
en la tierra apisonada del camino.
No obstante saberlo,
lo hospedé en mi casa,
lo senté a mi mesa,
lo acosté en mi cama
y mientras dormía le robé las alas
que no sólo no me han elevado;
me han traído directo al infierno.
último recurso
Para no llorar yo también
guardo mis ojos verdaderos
en el cajón del escritorio
(entre los calcetines ovillados)
y disimulo las órbitas vacías
con pupilentes de ciego.
Subo luego a tientas a la azotea
y me siento en el columpio
de la media luna
mientras el mundo naufraga
bajo el recurrente diluvio
que lo aqueja
cada que Dios se acuerda y llora.