Instituto Literario de Veracruz

Un episodio de Parsifal

Un episodio de Parsifal

Mircea Eliade

Traducción: José Antonio Hernández García

 

La leyenda de Parsifal contiene uno de los episodios más significativos: el Rey Pescador (li reis peschëors) está enfermo y nadie lo puede curar. Es una enfermedad muy extraña: desgano, envejecimiento, debilidad extrema. Se han urdido numerosas hipótesis a este respecto. Según ciertos textos medievales, sobre el Grial prevalecía o tenía, como sea, una relación directa con el sagrado cáliz llevado a Europa -dice la leyenda- por José de Arimatea. No es este el lugar adecuado para estudiar el sentido simbólico del «título» de Rey Pescador (li riche pescheür). Baste recordar que el pez simbolizaba la renovación, la resurrección, la inmortalidad. El cáliz del Santo Grial se confunde a veces con el pescador rico, como en el José de Arimatea de Robert de Boron. Por otra parte, elementos nórdicos, celtas, intervinieron también en la leyenda. La tradición céltica habla de un «pez de la sabiduría» (salmon of wisdom) que se puede asociar al Grial o al Rey Pescador (A. Nutt, Studies on the Legend of the Holy Grail, Londres, 1888).

La enfermedad del Rey Pescador implica la esterilidad en los alrededores del castillo donde muere el misterioso soberano. Los ríos no corren más en su lecho, los árboles ya no reverdecen, la tierra no da más frutos, los granos ya no germinan. Resulta terrible e incomprensible que las aves ya no se apareen, que las palomas languidezcan y se desplomen tocadas por el ala de la muerte. El castillo mismo amenaza con quedar en ruinas. Las murallas crujen lentamente carcomidas por una potencia invisible: los puentes levadizos se pudren, las piedras se desprenden de las murallas y caen hechas polvo, como si los siglos fueran instantes.

Desde los cuatro rincones del mundo llegan sin cesar los caballeros, atraídos por el renombre del Rey Pescador. Pero el estado de abandono del castillo y la misteriosa enfermedad del rey los sorprende tanto, que se olvidan de la cuestión que los había llevado allí: en lugar de indagar sobre el Grial, del lugar en dónde encontrarlo, se acercan confundidos al enfermo, lo cuestionan y lo reconfortan. Con cada visita de un caballero, el mal del rey empeora y el reino queda un poco más devastado. Cuando los caballeros pasan la noche en el castillo, se les encuentra muertos a la mañana siguiente.

Así, Parsifal va a ver en su torre al Rey Pescador sin saber que está enfermo. Entre paréntesis, añadamos que Chrétien de Troyes en su Parsifal se obstina en volver tonto a su héroe. Para tratar de exaltar la gracia divina que transfigura al paladín, se esfuerza en describir a Parsifal el sencillo o, dice Nutt, al Great Fool, un tipo bien conocido del folklore universal (cfr. Eugène Anitchkof, Joachim de Fiore et les miliueux courtois, Roma, 1931). La partida de Parsifal es risible: los demás caballeros se burlan al verlo montar su caballo y pasar atiborrado. ¿No hay nada más ridículo para un caballero que valerse de un fuete, de una rama, para hacer avanzar a su caballo? En el castillo, sus toscas maneras lo vuelven cómico y divierten a la corte. No solamente es rústico, sino francamente tonto. Cuando encuentra a una joven, se precipita para abrazarla y le dice que estaba obligado por la courtoisie.

¿No es el Parsifal visto por Chrétien de Troyes un admirable prototipo del Don Quijote? Tienen aventuras idénticas y sus psicologías se corresponden. Así, por ejemplo, el rocín de Parsifal y su grotesca partida (su madre intenta detenerlo, ¡para que el ridículo no lo cubra en la corte del rey!), o la escena donde abraza a la joven. Pero lo más revelador es la estupidez de los dos caballeros errantes. Detrás de tal estupidez y ridículo, vemos operar a la Gracia (con Parsifal) y al Sueño (con Don Quijote). ¡Qué lástima que Unamuno, que había leído todo, no hubiera conocido las deliciosas descripciones de Chrétien de Troyes! El caballero de la triste figura habría encontrado a un admirable compañero en este Parsifal el sencillo – quien no obedece a todas las reglas de la caballería, pero la Gracia que lo habita transfigurará a la caballería medieval en un nuevo tipo humano.

Regresemos mientras tanto al castillo del Rey Pescador, a cuya torre llega Parsifal. En su primera visita, se conduce como los otros, como un «enviado». Vuelve a partir pero se le dice que debería haberle preguntado al Rey Pescador sobre el Grial. «Si tan sólo le hubieras preguntado lo que debía hacerse, lo que ayudaría al rey a salir de su enfermedad y a devolverle su juventud». En efecto, en la segunda ocasión, cuando le hace al rey la pregunta correcta, la pregunta necesaria, éste sana y se rejuvenece milagrosamente. «El Rey Pescador mejora y su naturaleza vuelve a su plenitud». Al mismo tiempo, las murallas del castillo se reconstruyen y el reino se regenera.

En una leyenda paralela, cuando sir Gawain se lanza a la búsqueda de la lanza sangrante, la que traspasó el costado del Redentor en la cruz (y en consecuencia, un sustituto o complemento del Grial), «los ríos vuelven a correr en su lecho y los bosques reverdecen».

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