Instituto Literario de Veracruz

Entrevista a Hans Magnus Enzensberger

Entrevista a Hans Magnus Enzensberger

No me parece que GerdFaltings, medalla Fields en 1986 o Andrew Wiles, que demostró el último teorema de Fermat, sean tan comunes.   

Es verdad, los encontré en el Congreso Internacional de Matemáticas en Berlín, en 1998. Pero por caso, sin ir a buscarlos: de otra forma me habría sentido como un groupie, que babea detrás de los cantantes famosos.

¿Qué efecto le provocó ser invitado a ese congreso?   

Un gran honor, naturalmente. Pero la cosa que me golpeó más fue la jerarquía: de lo más alto, con la medalla Fields y las pocas lecciones plenarias de una hora, a la parte más baja, con las muchas contribuciones especializadas de cinco minutos. Y la cosa se refleja en las memorias publicadas: al principio las cosas más importantes, y en los volúmenes siguientes poco a poco todo lo otro.

Y usted cuanto habló: ¿una hora o cinco minutos?   

Yo estaba fuera de la competición durante el brindis de inauguración pronuncié un discurso sobre «las matemáticas en el más halla de la cultura», qué hora está en Los Elixires de la Ciencia.

Usted fue invitado al Congreso por el gran éxito de la obraEl diablo de los números. ¿Cómo le ha venido a la mente el recontar las matemáticas elementales en forma de fábula?   

Fue una consecuencia de mi irritación hacia la pedagogía escolástica. Cuando mis dos hijas regresaban de la escuela me dijeron: “tu que eres escritor, ¿por qué no escribes algo que nos divierta, en lugar de ese libros de texto tan aburridos?” Y lo hice, no sólo para el matemática, sino también para la literatura: mira apenas he publicado LyrikNervt!, Lírica enervante,(Hauser, 2004), un botiquín de primeros auxilios para los estresados por lapoesía.

¡Pero el autor es Andreas Thalmayr!   

Ah es un seudónimo mío.

¿Por qué, está avergonzado?   

No. Es que yo no me permito el lujo de ciertas cosas, mientras que mi alter ego es un poco más ingenioso.

¿Ya había también publicado un libro de historia, Pero dónde terminaron (Einaudi, 1998). ¿Tiene un proyecto universal para enseñar a los muchachos el conocimiento entero?   

¡Basta con ver la tarea que traen a casa cuando vienen de la escuela, puro aburrimiento, pura rutina! Les enseñan matemáticas como una colección de recetas para aplicarlas mecánicamente, sin entender nada. Esto no estimula el interés en una persona inteligente que no entiende por qué no tendría que usar la calculadora de bolsillo para hacer las mismas cosas mejor. Es mortal, es idiota, es cretino y no entra en él nada de las matemáticas.

Entonces quería mostrar lo que es interesante de las matemáticas.    

Ciertamente. Para intentar de mostrar las ideas luminosas o geniales que están detrás de las técnicas como el uso de los logaritmos. Y la misma cosa merece la pena para la poesía que también se destruye en la escuela.

¿Si un poeta ha escrito un texto de matemáticas, por qué no tendría un matemático que escribir uno de poesía? Pero, a propósito de matemáticas y poesía, no le parece a usted que las fórmulas son las mismas en la gran literatura, en el sentido en qué lo entendía EzraPound: “el idioma cargado de significado al grado máximo”  

Ciertamente en una buena poesía, así como en una fórmula, el grado de concentración es muy alto: hay una cierta economía que ha reducido todo a lo esencial. Pero hay también otro forma, en ambos los casos, el hecho es que ni una poesía, ni una fórmula, son auto explicativas. Para entender ambos es requisito poseer una llave de interpretación que debe por fuerza ser lingüística. Y el idioma procede por las analogías, símiles, metáforas, imágenes…

¿Quiere decir que el idioma matemático o científico no es autosuficiente?   

Realmente es así. Basta buscar la etimología de los términos científicos, detrás de los cuales se esconden metáforas maravillosas. Pero esto también significa que la ciencia tiene una enorme productividad poética: lo sabía muy bien Coleridge quien asistía a lecciones de química «para enriquecer la propia reserva de metáforas.»

¿Cuál es el resultado final de esta reflexión sobre literatura y ciencia?   

Que hay una raíz común en la productividad de nuestro cerebro: un tipo de gramática universal, en el sentido de Chomsky. Y hay también una habilidad común de invención lingüística que se manifiesta mejor en la poesía y en las matemáticas que son las más desarrollas y refinadas actividades humanas.

Usted no es, sin embargo, uno de esos post-modernos que creen que en la ciencia hay sólo metáforas.

¡Por caridad, ésta sería una estupidez! Aun cuando las metáforas literarias son arbitrarias, hay siempre una conexión entre el significante y el significando. Pero eso de que los post-modernos son pobres se muestra de la definición que se dan a si mismos; un poeta que se definió post-goethiano, me dio risa.

Por consiguiente, ¿dónde está la diferencia entre literatura y ciencia?   

De hecho, sus métodos son completamente distintos. Después, el gremio es más fuerte en la ciencia que es una empresa colectiva, mientras que los artistas son más individualistas. Pero, sobre todo, hay el hecho de que entre el flogisto y el oxígeno es necesario escoger, mientras que entre Cátulo y Horacio no: en la ciencia lo diverso no puede coexistir, porque hay un avance. O una acumulación de cosas una sobre otra, como en las pirámides en las que las capas viejas desaparecen bajo las nuevas.

La conclusión, es por consiguiente, que la literatura se expande sólo horizontalmente, sobre dos dimensiones y la ciencia en vertical sobre tres dimensiones. Me parece una bella metáfora sobre la cual deberíamos reflexionar.

 

Traducción de Marco Carrión

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