Instituto Literario de Veracruz

Edward Gorey: Escritor multimedia

Edward Gorey: Escritor multimedia

Paul & Lili Giambarba

 

Manipulado por la cháchara de los mass media, el público aún identifica a sus ídolos por lo baladí, como si los talentos verdaderamente inmortales necesitaran de clichés. Sea el caso de Ted Williams, sin lugar a dudas uno de los beisbolistas más grandes de todos los tiempos, aunque famoso por su renuencia a usar corbata y conversar con analistas de deportes; o Marlon Brando por farfullar roncamente y rasgarse la camiseta; Vanessa Redgrave por su política; Truman Capote por ser tan quisquilloso; Pablo Picasso por su libido.

De igual modo se le trata a Edward Gorey, cuyo prodigio, decantado en su vasta obra cerca de 50 libros, 60 trabajos de ilustraciones, e incontables artículos estampados, probablemente sea admirado por razones tangenciales a su grandeza.

Porque el carisma macabro de Gorey parece, en realidad, incidental. Sólo sucede: es su atmósfera, su manera de tocar la música que lleva dentro. La forma en la que pinta hoy día (1982) es importante, por el atino, verdaderamente admirable, para ubicar una imagen donde le corresponde. Otros realizan ilustraciones, cuadros y pastiches; ninguno de los trabajos de Gorey puede enmarcarse: están completos en sí mismos y amalgamados con su entorno. La habilidad de crear una ilustración e insertarla con vida incluso los personajes lánguidos, taimados, parecen cobrar vida, es lo que separa al artista mayor de los principiantes y las meras poses.

En el selecto trabajo de la literatura norteamericana ilustrada, tiene algunos  notables asomos. Han habido grandes escritores norteamericanos muchos de los cuales son harto famosos y considerables ilustradores, de los cuales Howard Pyle (1853-1911) es el más conocido; recordado, sobre todo, por su Book of Pirates, King Arthur y Robin Hood. Pyle creó un mundo para sí mismo: castillos y caballeros, damiselas y dragones, fieros bucaneros y sensuales mozuelas, con una imaginación fértil y una técnica deslumbrante.

Howard Pyle tiene su contraparte actual en Edward Gorey. Pero donde Pyle alcanzó un estatus casi divino durante su época, fundando toda una escuela de ilustradores quienes predicaron su credo durante casi cincuenta años en el mundo de las publicaciones, alegando la necesidad de dibujar adornando al modelo original, atendiendo al mínimo detalle. Edward Gorey trabaja apartado en una extensa e irregular casa en la villa de Barnstable, por la costa norte de Cape Cod. No ha fundado una escuela de dibujantes y apenas ha adquirido unos cuantos imitadores.

La obra de Gorey es inconfundible dada su precisa mixtura de ingenio y destreza, la dificultad latente en la concreción, no obstante, en perfecta proporción de un virtuosismo físico e intelectual. De modo sublime trasciende la realidad mundana de la impresión masiva en papel con el meticuloso sombreado, con las líneas de trabajo de su tipografía, en blanco y negro, trazada con una impecable caligrafía en sus textos, misma que ha reivindicado y subrayado la extravagancia de los nombres de lugares y personajes que habitan el hermético entorno de la obra de Gorey: BogusCorners, Chutney Falls, TheTurnip Valley Express, Stovepipe City, Peevish George, West ElbowanPenetralia, Hicuppboro, TheHalfbathMethodistChurch, WoodhavenLaughingAcademy, Miss Underfoot’sSeminary, Dick Hammerclaw; e incluso TheAbandonedSock.

Sin embargo, quienes aguardan que Edward Gorey exhiba en su persona algunos de los macabros e insondables manierismos de sus personajes esperando avistarlo, por lo menos un instante, oculto entre lápidas bajo la luna llena, o quitándole las alas a las moscas seguramente quedarán decepcionados. Él es, tal y como luce, cortés y agradable.

Un hombre alto de edad madura y de buena forma: Gorey muestra una fisonomía similar a la de un soberano inglés del siglo XIX, y que, con el maquillaje y atuendo apropiado, bien podría ser un San Nicolás (¡no confundirlo con Santa Claus!) de época. Mientras sus dibujos están cargados de ominosidades, garigoleos y sujetos de miradas oscuras, de proporciones descomunales o imponentes, o tipos larguiruchos con cabello castaño, ahusados bigotes y vestimenta formal, a Gorey puede encontrársele con regularidad en Levis y tenis. También rompe con las típicas guaridas y los hábitos de sus disipados personajes, ya que suele ser visto, a plena luz en mediodía, especialmente los domingos, leyendo un periódico y engullendo un menudo platillo, absorto en la mesa de alguna nevería hace poco abrieron una cerca de su casa.

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