Instituto Literario de Veracruz

El libro, la lectura y la vida

El libro, la lectura y la vida

En fin, el libro y su contraparte, el lector, enfrentan problemas complejos. Mas no hay que olvidar que construirse mediante la lectura no es otra cosa que descubrirse en el acto de leer. Por ello vale el riesgo de salir de las prescripciones familiares o sociales por medio de la lectura, que contribuye a la elaboración de la subjetividad. La lectura es la estrategia para edificar la habitación para uno mismo, un espacio propio sin distinción de pertenecer o no a un estamento social exclusivo. Un espacio que permite al lector delimitarse, percibirse distinto de lo que le rodea, un espacio donde es capaz de pensar independientemente para caminar con su propio paso.

Si en verdad los primeros años de la vida delinean lo que será la adultez, enseñar a dialogar con los libros debería ser la gran tarea de todo sistema educativo.

Hace tiempo, en un taller de escritura, me solicitaron comparar tres versiones de la fábula El cuervo y la zorra: Esopo, Fedro y La Fontaine, con la encomienda de proponer una versión propia. Escribí lo siguiente:

Un cuervo que recién había robado un pay de pollo, se encontraba posado en un árbol a punto de engullir su presa. Una zorra hambrienta lo vio y quiso adueñarse del pastel. Se detuvo y empezó a elogiar las formas y la belleza del cuervo hasta el grado de señalar que, en apariencia, tenía méritos para ser el rey de las aves, y que no habría duda de ello si la voz del negro amigo correspondiera a las excelencias ya cantadas. Ante tales palabras, el cuervo, sin ocultar su alegría, colocó cuidadosamente la presa en una rama cercana y le dijo a la zorra: «pero buena amiga, ya debes saber que todo adulador vive a costa de quien lo escucha si éste es un ignorante; pero yo conozco Esopo, Fedro, a La Fontaine…» Unos graznidos burlones iluminaron el árbol del banquete mientras la zorra, enfurecida y con su apetito no saciado, aceptó que el adulador vive hasta que el adulado… lee.

La asesora del taller comentó sobre mi trabajo:

Has conseguido efectivamente una versión de la fábula que ilustra un nuevo sentido, algo como: «la literatura enseña» o «la literatura es útil para la vida» o «leyendo se aprende». Un juego que, partiendo de las fábulas originales, utiliza un giro donde el cuervo nos «sorprende» habiendo leído a los clásicos y está así preparado para no «caer» en la trampa que la zorra le tiende. Es él quien «lanza» a la zorra la «moraleja». Tu fábula muestra cómo la lectura puede prepararnos para la vida si, por casualidad, nos encontramos en la «realidad» con una situación similar a otra que hayamos encontrado en la «ficción».

En realidad, para atender la indicación de escribir una versión distinta de la conocida fábula me bastó recordar la gran lección al respecto que ha desarrollado Augusto Monterroso y, prácticamente, la «nueva» fábula estaba ya hecha; pero lo que rescato de la experiencia y del comentario citados es que en verdad los libros, mis lecturas, han hecho esto por mí: me han dado maneras siempre efectivas para reaccionar ante la certeza de que la libertad es mucha y la vida es peligrosa. Por ello, si de algo estoy seguro, es de que si a una sociedad le faltaran los libros, el aire se convertiría en algo detenido y seco, algo donde no se podría respirar. Un espacio donde nadie habitaría.

Finalizo con una cita de ese magnífico homenaje al libro que Alberto Manguel escribiera recientemente con el simple título Una historia de la lectura:

«El mundo, que es un libro, lo devora un lector que es una letra en el texto del mundo; de esa manera se crea una metáfora circular para lo inagotable de la lectura. Somos lo que leemos.»

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